Los Juegos de Mar y Playa unieron a un país en torno al deporte

“¡Sucre, Sucre! ¡Sucre, Sucre!” Un grito retumbó en toda la playa de la ensenada dos, en Coveñas. Todo un pueblo que se unió para animar a un equipo que nació de las entrañas de un municipio que le abrió de par en par las puertas a los IV Juegos Deportivos Nacionales de Mar y Playa, que fueron el reflejo fiel de que la unión supera barreras y sirve, incluso, para reactivar una región.

Todo el pueblo gozó y disfrutó. En el escenario de fútbol playa reunieron niños, niñas y profesores para seguir de cerca unos juegos, en los que casi mil atletas, de 26 delegaciones, demostraron sus cualidades, y en los que 222 voluntarios, más de 150 jueces y 600 agentes de la fuerza pública hicieron que el Golfo de Morrosquillo reavivara su economía.

Además, fueron los juegos de la esperanza, de la ilusión, porque fue el primer evento multideportivo que acogió Colombia después de la pandemia por Covid-19, el que juntó, de nuevo, a cientos de atletas y les brindó ese ritmo de competencia esencial para su desarrollo deportivo. Y lo hizo de forma segura, siempre con esa idea clara de salvaguardar la salud de todos los asistentes.

Para que esto fuera así, la comisión médica se encargó de realizar más de 200 pruebas Covid-19 tanto a atletas, equipos técnicos como a todo el personal de la organización, con ningún caso positivo, evidenciando así el compromiso del Gobierno Nacional de un retorno con todas las garantías de bioseguridad necesarias.

Este gran evento multideportivo también fue ese primer paso para que muchos empezaran un camino que apuntará a diferentes eventos nacionales e internacionales, que servirán para seguir llenando de orgullo y júbilo al país. Y los que no, se convirtieron en inspiración, en un modelo a seguir, como el profesor de educación física del colegio Liceo Beula, Yamil Mercado, quien se robó todas las miradas de esa institución educativa por participar en el torneo de fútbol playa.

El docente de 31 años, que dijo estar en sus últimos días como jugador y que asume con responsabilidad y decisión esa figura que él simboliza, corre a fondo, se entrega por completo. Es un maestro también encima de la arena, con sus consejos se convirtió en la batería de un equipo que está en formación y que aspira a desarrollar este deporte en la región. Es un referente y cuando repite esas palabras se le iluminan los ojos y una pequeña sonrisa se dibuja en su rostro.

Su propósito es claro y apunta bien alto porque quiere dejarles a los jóvenes una enseñanza clara y es que encuentren en el deporte un compañero de camino y aprendan de sus valores para afrontar la vida con la cabeza en alto. “El deporte ha marcado mi vida desde temprana edad, practiqué fútbol hasta los 18 años y siempre tuve ese sueño de ser profesional”, recuerda como si aún esa ilusión le rondara por las noches. “Pero después me dediqué a la educación física. Llevo nueve años como profesor en el colegio, en el que los chicos siempre ven en mí ese docente que llega a alegrar el día con sus clases”, añade.

Y fue tan grande el apoyo que recibió de los niños y niñas de primaria y bachillerato de su colegio, que ellos además se convirtieron en esa gasolina para entregar todo en el campo porque él no hace nada a medias. Con visibles molestias entró y salió constantemente, pero marcó dos goles: ambos celebrados con el dedo señalando a la tribuna, apuntando a aquellos que estuvieron ahí para impulsarlo. Fue un fiel ejemplo de que el deporte va más allá del alto rendimiento.

“El motivo de nuestra presencia fue también para instruirlos, para que ellos conocieran la importancia del deporte en su salud, que se animaran para que practiquen alguno porque nosotros como maestros más allá de una educación debemos capacitarlos para que se animaran a superar sus barreras. Estamos convencidos de que el deporte puede ser ese camino”, dijo en medio de la algarabía de un escenario, Yisel Gastelbondo, profesora del colegio.

Y es que cuando el balón rueda; cuando el juez da la salida o cuando el árbitro pita, no importa el color de piel, la religión, la lengua o la procedencia de los participantes. Probablemente, junto a la música, el deporte es el lenguaje más universal que se conoce. Los valores positivos que lleva implícitos son a nivel mundial y son claves para que el fortalecimiento social. En algunos casos, también, es la excusa para que niños y niñas tengan una motivación para ir al colegio y eso fue lo que hizo Mercado.

Esta historia es una de las tantas que se vivieron en los IV Juegos Deportivos Nacionales de Mar y Playa, que tuvieron el aporte del Ministerio del Deporte con una inversión de 6.500 millones de pesos, la cual se potenció en esa unión de toda una región en torno al deporte, con familias enteras disfrutando y festejando con el color de cada una de las delegaciones, con ritmo y música, para que cada una de las 12 disciplinas que se llevaron a cabo en el Golfo de Morrosquillo fuesen una fiesta.

Los municipios de Tolú, Coveñas, San Antero y San Bernardo del Viento se robustecieron, de nuevo, brillaron con la organización de unas justas que sirvieron para que la comunidad se juntara y sonriera. Porque el deporte también es esa alegría que llena corazones y llena de orgullo a toda una nación.

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