Junior 2021, qué herencia nefasta

Columna de opinión sobre el presente de Junior de Barranquilla.

El conjunto Tiburón, ahora dirigido por Arturo Reyes, es un mísero olvido del exitoso ciclo que se vivió en los últimos años. No hay absolutamente nada. Cero. Solo recuerdos. La presencia de Sebastián Viera, que intenta recuperar su nivel, y, la consumada salida de Marlon Piedrahíta una vez acabe el semestre, son las dos imágenes vivas de lo que queda de uno de los —sino el mejor— ciclos deportivos más exitosos de Junior en su historia.

Luego de un periodo de contrataciones estelares que arrancó en 2017 y trajo consigo —después de caídas y victorias —títulos en Copa, Liga, Superliga, y una final internacional, la versión 2021 de Junior no puede hacer más para alejarse de lo que una vez fue su realidad: triunfar.

Arturo Reyes, timonel rojiblanco que tomó a mitad de semestre el improductivo ciclo de Luis Amaranto Perea, despedido con razón, está en el ojo del huracán por una herencia nefasta que se atrevió a recibir.

Reyes no es una víctima tampoco, ni más faltaba. Él samario sabía a dónde llegaba y qué le esperaba: una plantilla corta, jugadores sin nivel para un equipo como Junior, futbolistas indisciplinados y otros que no han estado, desde hace años, a la altura de lo esperado una vez fueron contratados.

Como seres humanos, solemos reaccionar a lo inmediato antes de analizar a profundidad y recordar por qué ocurre lo sucedido. Esta debacle, que muestra a un Junior insulso, sin ideas, sin talento y sin opciones de ganar títulos, empezó cuando las directivas y el entrenador de entonces, Luis A. Perea, decidieron reforzar al equipo con jugadores que no han dado la talla como Edwin Velasco, Cristián Borja y Juan Herrera, entre otros que ya estaban en plantilla pero no en productividad. Además, llegaron futbolistas como José C. Muñoz, Johan Bocanegra, Walmer Pacheco, que, al final del día, no tienen la capacidad como para impulsar a Junior a los puestos que merece y exige la hinchada.

La culpa es de la directiva y del anterior cuerpo técnico que, a favor o en contra, se responsabilizó e hizo cargo de esta nómina. La culpa no es de Bocanegra o Muñoz por aceptar venir a un equipo grande del FPC y mejorar sus carreras y, posiblemente, sus estilos de vida.

Esta base no da para más. No hay herramientas para disputar un título o satisfacer con el juego dentro del campo. Reyes, que seguramente estará en el banquillo para el 2022, deberá tener mano dura y darle un vuelvo al equipo. El núcleo que tiene como pilares a Hinestroza, Cariaco, Sambueza, Larry, Rosero, Moreno, Cetré, entre otros, tocó techo y no dará los resultados vividos hace unos años.

Como ocurrió en el 2017, se debe limpiar la nómina de contratos tóxicos, sacar a jugadores que demostraron no estar a la altura y traer refuerzos que encarrilen de nuevo al equipo en un régimen ganador. La famosa ‘reconstrucción’ de nómina, como le llaman.

Por: Luis Hernán/ @LuchoHernanG

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